¿QUÉ VIDA PÚBLICA DE TENTÁCULOS FRONDOSOS, qué vida partidaria enérgica, voces lúcidas, publicaciones, escenas, voluntades irrestrictas, jóvenes promesas, múltiples circuitos, investigaciones, discusiones al por mayor y resultados tangibles se congregan hoy en el partido/movimiento que ganó hace un año la presidencia de México? Aunque hay chispazos desperdigados aquí y allá, desde luego, nos enfrentamos al desierto de lo real.
Tras el triunfo electoral de 2018, los principales cerebros de Morena identificaron rápidamente, y lo hicieron muy bien, las consecuencias inmediatas de la bandera de un frente amplio. Consecuencias en lo venidero de un juego de doble filo: el voto electoral se robusteció al haber diversificado los vínculos más allá de la base dura (el espectro amplio de la izquierda), pero atrajo a azules, amarillos, tricolores, trasvestis, zombis, fanáticos religiosos y una extensa fauna del ancien régimen que se infiltró inevitablemente en el partido o en el gobierno en busca, ya no del granito de arena en aras de la consecución del programa prometido, sino en busca de las prebendas, los dineros, los puestos y los cargos.
Si la 4T se ha visto cuestionada en varios frentes, es necesario escarbar, y desglosar todas las consecuencias posibles, en esta particular situación. (Algunos) activos que ha impulsado el propio Morena, que personifican de algún modo a la 4T, que fueron electos recientemente en Baja California o en Puebla, por ejemplo, y otros lares, no provienen de los laboratorios de facturación interna de Morena.
¿De dónde provienen exactamente los foráneos? ¿Qué formación política ostentan? ¿Conocen los documentos básicos del partido o, al menos, están versados en las 50 propuestas para el ansiado renacimiento de México? ¿Cuáles son sus verdaderos propósitos? ¿Cómo es posible identificarlos y paralizarlos? ¿Bastarán las acciones de Héctor Díaz Polanco, encargado de una comisión al interior del partido que sanciona las desviaciones (frecuentes) de los activos del partido?
Hasta donde yo he rastreado, sólo una idea pública de gran calado ha concebido Morena tras el triunfo electoral de 2018. Un Instituto Nacional de Formación Política. Se hizo público un supuesto reglamento, un supuesto plan nacional y Eduardo Cervantes y su equipo echó a andar una serie de actividades consecuentes en la Ciudad de México. El Instituto funcionaría como un órgano autónomo, financiado por el partido, desde luego, y tendría el sano propósito, fundamental, de lograr producir dirigencias o activos locales, comisiones de formación de cuadros políticos, capaces de instalar circuitos vivos de discusión, una red de círculos de estudio y de trabajos estratégicos en busca de un entrenamiento político eficaz. Resultados (apremiantes): ciudadanos informados, críticos, militancia robusta, cohesionada, perspicaz y candidatos hechos de base local. Múltiples gestores que incidan en los terrenos locales. Gestores múltiples capaces de fomentar discusiones inteligentes y urgentes. Unos cuadros movidos y selectos, que logren atraer y cohesionar el interés del ciudadano común. Cuadros políticos de factura local, en suma, que produzcan a su vez a otros cuadros políticos locales, versados, filtrados, ideologizados (en el mejor sentido de la expresión) en aras de ocupar posiciones políticas o futuros cargos públicos.
Fácil a la imaginación, puede uno elucubrar las temáticas apremiantes. Cómo ejercer verdaderamente el poder popular y no perderlo a causa del golpeteo interno y las grillitas. Cómo evitar los (posibles) Bolsonaros y vivir feliz o comprometido por lo menos tres sexenios. Métodos zigzagueantes de contrainteligencia en Twitter y otras redes. Cursos a distancia de memes contra la derecha, la oposición sin neuronas y bases técnicas para la propaganda en el Youtube. Oratoria, clases de yoga (o de boxeo para todos aquellos que nos trasladamos en el Sistema Colectivo Metro) y talleres de cuento con temática política. Cómo persuadir que Rafael Barajas el Fisgón (presidente actual del Instituto) se explaye en sus habilidades en el dibujo y no empantane los exiguos avances aquí y allá, particularmente los de la Ciudad de México. Y otros programas de cosa seria.
En la víspera del primer aniversario del triunfo electoral de López Obrador, en efecto, las alertas, todas, se han prendido al interior de un partido que no ha soltado un solo peso a los retos primerísimos de un partido que se ha llenado la boca de una cuarta transformación. ¿Por qué no bajaron a la militancia (experta en la sobrevivencia y el martirio) los al menos 800 millones de pesos que pudieron haberse liberado en el período de junio 2018 a junio de 2019? ¿Quién fue el responsable? ¿Qué cosa tiene que decir la mancuerna de Yeidckol Polevnsky y Rafael Barajas? Focos rojos en los intersticios del partido/movimiento que ganó todo en 2018.