¿En qué momento se jodió Internet? Otro modo de formular el reclamo vargasllosano es preguntarse por la distribución de los beneficios que se generan diariamente en la galaxia Internet. No tengo claro el punto preciso de inflexión, quizá al final de los años 90 cuando se desinflaron las burbujas especulativas de las tecnológicas puntocom o cuando los atentados terroristas en Nueva York.
Pero lo que separa a los inicios de Internet de lo que vivimos actualmente es lo que separa a los griegos de la Inquisición y la edad de las tinieblas. En el origen quizá nos contemos el relato de la edad dorada: habrá reinado la fecundidad, la experimentación y una comunidad emergente, lúcida y coparticipativa. Versus al capitalismo reinante de la vigilancia y la censura efectuada por los algoritmos, empresas globales de una riqueza nunca antes vista y la apropiación corporativa de todas las invenciones.
En materia cultural, la galaxia Internet hizo obsoleta la distinción puntual entre productores y consumidores y ha hecho creíble una civilización impulsada por los prosumidores. Una cultura en la que todos y todas, según nuestras posibilidades, metemos mano a lo que nos interesa. No debe sorprendernos que quienes reformulan permanentemente la distribución de los beneficios sean las empresas globales.
El audio vive dentro de un ecosistema cada vez más propio. La emblemática BBC de Londres ha propugnado el cambio conceptual de radio por audio y de televisión por pantalla. PRISA, la prestigiosa empresa de comunicaciones en España, recién fundó un brazo alternativo llamado PRISA Audio, encargada de producir y gestionar el menú de podcasts de la compañía.
Aunque nuestra dieta contemporánea la compone el audio, hemos dejado de ser radioescuchas. Ahora nos identificamos más con las prácticas cotidianas de productores y consumidores al mismo tiempo. Y como la relación cotidiana con los audios ha cambiado significativamente en los últimos años gracias al teléfono inteligente, a la banda ancha y a las tiendas de aplicaciones, tardaron lo que tenía que tardarse en llegar los nuevos modelos de negocio al ecosistema del audio.
Apple y Spotify son justamente las plataformas que incentivan y gestionan las más recientes innovaciones. En abril pasado Apple celebró el primero de sus eventos anuales. Además de la línea de sus emblemáticos dispositivos fuera de serie, Apple presentó la nueva interfaz para los creadores de podcasts. El nuevo “Apple Podcasts Creators” sustituirá al descontinuado “Podcasts Connect”. En esta nueva interfaz, los creadores de contenidos decidirán si dan de alta el modelo de suscripción o si combinan modelos de suscripción con contenidos gratuitos.
Quien esté familiarizado con Spotify, tiene todo para entender los cambios que se avecinan en avalancha. Si pago la suscripción mensual, tengo acceso cuando quiera al repositorio de audios sin publicidad. O, por el contrario, si sólo cuento con una cuenta gratuita, accedo a los contenidos con la publicidad de por medio, que muchas veces es un fastidio. ¿O no?
Así, el creador puede dar la famosa prueba gratis durante 7, 15, 30 o 90 días. Escucha lo que te ofrezco y si te gusta, te suscribes; si no, pus no. La innovación de este modelo no es la suscripción en sí, probada para la oferta musical en Spotify, iTunes o en YouTube, o para los contenidos audiovisuales en serie o películas en Netflix, sino las diferentes tarifas de suscripción. Apple plantea 200 tarifas de suscripción y la más liviana ronda alrededor de los 40 centavos de dólar para escuchar el contenido de un podcast.
¿Pagarías al mes 40 centavos de dólar u 8 pesitos mexicanos equivalentes para escuchar los episodios nuevos o viejos de tu podcast favorito? El probable suscritor de un podcast específico tendría acceso a la biblioteca entera de contenidos, a episodios extra o especiales, además, obvio, de contenidos sin publicidad. O, si así lo deciden también los creadores, podrá tener acceso anticipado o exclusivo durante un tiempo fijo a los episodios recién salidos del horno.
Y quien desee seguir consumiendo gratis los contenidos, qué marro, ¿no?, pero podrá seguir haciéndolo. Tendría algunas restricciones importantes de acceso, quizá sólo a los 5 episodios más recientes, además de escuchar siempre con publicidad. La diferencia es una buena diferencia.
Desde el punto de vista de los creadores, el modelo es atractivo. No debemos olvidar que mucho del ecosistema podcast nació y se nutrió de iniciativas amateurs que reivindican lo suyo: espontaneidad, conversacional, auténtico. Todo creador o equipo de creadores desea que sus esfuerzos sean recompensados, más allá de los porcentajes, a menudo pingües, que ofrece la publicidad convencional. Un modelo de negocio que no consolida al negocio.
Apple sin embargo es Apple y se ha propuesto cobrar el 30 por ciento de las ganancias totales por suscripción individual el primer año y luego el 15 por ciento después del primer año. Finalmente, las políticas de suscripción para los creadores son estrictas, por lo que deben de revisarse con mucho cuidado, a riesgo de ser vetado.
Debemos preguntarnos con mayor seriedad si en el ecosistema de los audios el modelo de suscripción ha llegado para quedarse. Spotify, Netflix y otro tanto YouTube lo han normalizado cada día. ¿Son ventajas o desventajas para quién? A los adeptos de la cultura del consumo gratuito es obvio que no va a agradarles ni tantito.
Finalmente, el Compló Internacional forma parte de este ecosistema global de audios, pero por el momento no nos decantamos por el modelo de suscripción. ¿Cuánto te gustaría pagar por seguir escuchándonos? Algunas mentes inteligentes que me rodean me aseguran que nadie pagará un quinto. Necesitaremos saber. Necesitaremos decidir. Necesitaremos decidir quién decide.