Antes de la dispersión y sus derroteros de “Operación Berlín”, publicado por Juan Carlos Rodríguez en el portal Eje Central el 14 de marzo de 2019, Ricardo Sevilla había sido un crítico cultural de bajo perfil. Algunos no lo conocíamos, pese a contar consigo con un historial de publicaciones en diarios o suplementos culturales de interés y algunos libros.

A modo de una llama explosiva que se apagó extrañamente muy rápido, Aristegui Noticias convocó a Sevilla, fuente clave de dicho reportaje, y difundió su testimonio con toda la claridad posible. Impávidos nos enteramos que a través de las gestiones de Fernando García Ramírez, Enrique Krauze había estado reclutando a mercenarios de propaganda política para llenar de estiércol la tercera candidatura presidencial de López Obrador.

Krauze y su gavillas lo habían hecho ya en 2006 y se alistaban otros cambios estratégicos para continuar haciéndolo para 2018, particularmente lo relacionado a borrar todos los rastros de sus operaciones.

Enrique Krauze fue el autor intelectual de la operación pero no actuó solo. Frente al nulo impacto de su ensayo político El estado soy yo durante la mitad del 2018, donde buscó difundir otra vez la figura de López Obrador de la mano del “populismo autoritario”, y descontarle votos provenientes de las clases medias o las profesiones liberales, la situación orilló a Krauze a reformular.

El reportaje reforzado por Sevilla señaló a la “Operación Berlín” como un amasijo oscuro entre empresarios, periodistas, políticos del PAN e intelectuales de dudosa calidad bajo la guía del ingeniero/empresario de la cultura política oficial. Quien por medio de sus intermediarios daba luz verde a pagos de hasta 50 mil pesos por concepto de meme o vídeo hecho viral.

No se equivocan los centennials que ya no desean estudiar una ingeniería y esas cosas, y prefieren convertirse en hacedores de vídeos o memes o tiktokeres.

Disponible aún pero híper editada en el portal de Aristegui Noticias, pudimos apreciar en aquella entrevista del 18 de marzo de 2019 a un Ricardo Sevilla en modo confesional de haber formado parte de una conspiración durante 18 meses. Más de uno quizá llegó a plantearse las motivaciones de fondo que tuvo Sevilla de ir a ventilar no sólo Krauze sino a sí mismo. ¿Qué estaba realmente en juego? ¿Un diferendo de cobros, de cifras o de qué?

Estarán de acuerdo que uno no se arrepiente un día de sus fechorías y luego se denuncia a sí mismo en público no más porque el tribunal de la conciencia, la valentía necesaria para hacerlo o las ganas posteriores de escribir un libro.

En esta historia de conspiraciones y denuncias quedó sin despejarse la incógnita principal: la razón por la cual Ricardo Sevilla denunció la “Operación Berlín”. O más aún. La renuncia al cuartel del guerra que le proporcionaba el ingeniero Krauze, dueño de una revista, una editorial, consentido de tiempo atrás por Televisa, Felipe Calderón y la monarquía española.

Pese al testimonio de Sevilla y las pruebas ofrecidas, aunado a lo que Tatiana Clouthier documentó por su propia cuenta y ventiló en su último libro, Krauze lo ha negado todo y sigue operando sin mella alguna desde su revista, El Colegio Nacional o desde algún recinto de la Universidad de Guadalajara. Lugares habituales donde se expone el ingeniero en torno a la democracia liberal y otras cursilerías.

De un tiempo a la fecha, Ricardo Sevilla se ha propuesto algo más que el recuerdo de un sujeto a sueldo de la conspiración. Después de su conversión pública, Ricardo Sevilla impulsa vivamente una suerte de “guerra cultural” en sus redes sociales. Todos los días denuncia a Krauze y a sus amigos en Twitter, que no pueden pronunciarse sin dejar de citar a Octavio Paz, o sin dejar de lucrar con su legado, como Guillermo Sheridan o Christopher Domínguez Michael.

Y de un tiempo a la fecha, Ricardo Sevilla entrega piezas de investigación en portales pro 4T, como Regeneración o Sin Censura, donde examina las conspiraciones contemporáneas que se siguen tejiendo en contra de López Obrador.

Tuvo notable impacto el reportaje de Sevilla de cómo Claudio X. González, el empresario gansteril de la oposición, infiltró a un órgano técnico clave del Instituto Nacional Electoral justamente con los activos de Krauze y las gavillas del facineroso Héctor Aguilar Falsín.

Alguna clase de honda factura está pagando Ricardo Sevilla. De haber sido mercenario propagandístico, ahora combate a sus ex empleadores con la sopa de su propio chocolate.

A veces pienso que a la 4T le hacen falta más tipos rudos como éste.