En innumerables puntos del globo, los movimientos político-sociales e intelectuales conocidos como feminismos han construido agendas políticas contemporáneas de gran relevancia en los últimos decenios, con gran intensidad los últimos años. Para muchos será el gran movimiento del siglo XXI, aunque el nuevo siglo todavía es joven para una sentencia de este tipo. En México, por lo demás, el feminismo en sus múltiples versiones y el obradorismo son las dos fuerzas que están modificando el pulso político del país. Entre ambas fuerzas, cosa natural, hay puntos de contacto y desencuentros también. Dicho lo anterior, quisiera en seguida formular dos planteamientos críticos sobre el lenguaje inclusivo y el llamado pacto patriarcal.

Los feminismos han empujado el lenguaje inclusivo. El artículo les o el uso de la x o de la arroba, pronunciados casi siempre como si se tratara de una e, han sido invenciones lingüísticas para neutralizar o borrar de la faz de la tierra, nos dicen, toda supremacía masculina cuando nos referimos a un conjunto de personas. Esta modificación, según esta reivindicación, es un cambio político importante para impedir la invisibilidad de mujeres y disidencias sexuales que se han movido siempre, o casi siempre, en los márgenes del lenguaje. Un idioma español que sistemáticamente las relega, ensombrece y apretuja por el protagonismo del masculino en los plurales. Así, este cambio en el lenguaje formaría parte de una protesta, una reivindicación y un cambio radical al mismo tiempo.

Este protagonismo de lo masculino en los plurales es una particularidad del español. En otros idiomas no pasa lo mismo cuando sólo funciona un artículo neutro en plural, como en inglés o francés, o cuando hay mucho más presencia de artículos plurales como en el alemán o el italiano. Dicho en otras palabras, si en México y en otras zonas de Latinoamérica se hablase un idioma distinto al español, no identificaríamos directamente las reglas de la lengua española como un reducto más donde la llamada estructura patriarcal se impone. Ahí donde el feminismo suele ver una arena de combate o una estructura siempre desfavorable a las mujeres y disidencias sexuales, también puede verse un detalle casi exclusivo de una lengua romance, el español, un mero azar ajeno a la dominación masculina y nada más.

Es inestable, dicho sea de paso, el artículo les. Quiere usarse para incorporar en él a mujeres, disidencias sexuales y a hombres por igual. Quiere responder, aspecto que celebro, a la rapidez o la brevedad, sobre todo en el terreno de las plataformas digitales. Pero el artículo les, me parece, está mucho más conectado con todas aquellas personas en tránsito o en traducción efectiva de su género o identidad sexual. Así, por esta indistinción deliberada en todo caso, el artículo les no hace plena justicia ni a mujeres, tampoco a las feministas, ni a hombres que apoyan a los feminismos. No les hace justicia porque simplemente no los nombra con la fuerza que merecen. Aunque fallen en brevedad o simplicidad, el uso de los artículos los, las y les al momento de referir a las personas específicamente involucradas, los reivindicaría con mayor precisión conceptual. Y en política, como en otras zonas de combate, el mensaje diáfano se agradece.

Hemos estado escuchando la explosividad de las denuncias del pacto patriarcal. Políticos en funciones o aspirantes a serlo, no son investigados o neutralizados o detenidos en función de la gravedad que deberían suponer las denuncias de víctimas por violación sexual, acoso y variantes. Estos hechos se suman a la narrativa de que las mujeres y sus denuncias no trascienden frente al poder político actual y los políticos varones implicados son intocables y hacen lo que quieren. Y este pacto, nos dicen, es un acuerdo tácito entre políticos varones de no actuar o de no pronunciarse en consecuencia. El caso por excelencia: López Obrador no denuncia en público a Félix Salgado Macedonio. A aquellas posturas que les preocupa la concentración de poder del presidente, lo quieren ahora haciendo un juicio sumario en una mañanera. Podemos pensar de igual modo que Felipe Calderón no celebró o no denunció en sus tweets con sabor a ron, la detención del gober precioso, etcétera.

Debemos observar con precisión que toda denuncia, incluso de esta penosa y escalofriante naturaleza que vulnera la dignidad de las mujeres agredidas, adentra y forma parte de la lógica del poder judicial, que en nuestro país sufre de anomalías severas. Consume cantidades estratosféricas de dinero, es un poder que no oculta los privilegios de los que gozan sus miembros, mujeres y hombres, y es nula la eficiencia en la impartición de justicia expedita. Ahí donde el feminismo denuncia un pacto patriarcal, muy cerca de un reclamo envuelto en una ideología de género, no ve la urgencia de una mega purga o profunda reforma al poder judicial, porque incluso magistradas pueden sancionar en contra de una denuncia hecha por una mujer víctima de violencia física y sexual. Pregúntele, si no, a la ex magistrada Olga Sánchez Cordero en el caso de la periodista Lidia Cacho.

La vida política de México se beneficiará enormemente cuando el obradorismo y el feminismo en todas sus variantes debatan con seriedad, sin excesos y con respeto. Todas y todos lo vamos a agradecer.