Personaje extraño, mundano, adicto a las minucias que ofrece el poder. El obispo emérito Onésimo Cepeda amagó en infiltrarse de lleno en la vida política de México, dentro de la efervescencia que suscitan las elecciones intermedias de este 2021. La noticia parecía fake news, pero no. Desparpajado e indolente, su necesidad de reflectores y capacidad de maniobra fue cobijada por uno de los partidos políticos según de centroizquierda, de recién aparición. Fuerza por México. Maravillosa centroizquierda que incorpora a sacerdotes, como quería Ricky Martin, de la vida loca.

Onésimo Cepeda se desempeñó en el cargo hasta 2012, cuando presentó su renuncia. Fue tan urgente su salida, que Benedicto XVI la despachó en un día. Obispo emérito ahora, es decir en retiro, el también amante de la vida material y la llamada fiesta taurina, Cepeda aspiró a una candidatura para diputado federal por parte de un partido político de recién aparición. En los estatutos generales de este partido, Fuerza por México, se asegura ser afín a la ideología política del presidente López Obrador. Y es cierto que el presidente tiene su faceta de diálogo abierto con las instituciones religiosas, pero no puede deducirse que de ahí venga este arropamiento al obispo en retiro.

De inmediato se prendieron las alertas de esta aspiración. En tanto sacerdote matriculado, sin importar el retiro, el derecho canónico impide esta postulación. Además, por cuestiones históricas de peso, las leyes mexicanas son muy estrictas en este sentido e imposibilitan con rigor este deseo explícito de un miembro de la Iglesia Católica.

El derecho canónico le abriría la puerta al de Onésimo Cepeda si y sólo si la Iglesia Católica estuviera en peligro. No es el caso. Quedaron atrás, los conflictos entre ambas partes: Iglesia y gobierno. La Cristiada, como se le conoció al último conflicto armado religioso, sostuvo Juan Rulfo, se caracterizó por el saqueo de las partes en pugna. Unos y otros quemaban casas, violaban mujeres y achicharraban pueblos. Ambos bandos practicaban el deporte de colgar cadáveres en los árboles. Una rebelión, la cristera, azuzada por las mujeres. Matriarcal sostuvo Rulfo. Las madres, las esposas o las hermanas, cuenta Rulfo, cuestionaban el honor de los hombres. ¿No vas a defender la suprema causa de Dios?

Muchos de ustedes saben que México está dentro de un laboratorio político/social, experimentación sin tregua, desfalcos, terreno inédito. La llamamos la 4T. T de transición, T de transformación, según los gustos. Los escépticos y descreídos, que no son pocos, no creen ni una ni otra. Desde el comienzo del cambio de rumbo en México, en junio del 18, se ha hablado y con razón, de cómo los sectores más reaccionarios, o más librecambistas, o más neoliberales actuarían de inmediato para dinamitar al primer gobierno nacionalista/popular del siglo XXI. Este triunfo político/electoral no sólo ha puesto en tensión a las fuerzas políticas principales, sino que nos ha orillado a tomar posición.

A diferencia de la palaciega academia mexicana, las universidades y los departamentos de ciencias sociales, en general, que han sido irrelevantes hasta ahora porque no logran, o no quieren, tomar posición, Onésimo Cepeda actuó en busca de sus privilegios. Puede decirse que, cuando la lucha de clases se cristaliza, no hay opciones, salvo para la academia mexicana que casi nunca da el paso afuera de la torre de marfil. Aunque es un gesto absolutamente descabellado o ridículo, Onésimo Cepeda lo dio. Quizá el único mérito.

Debemos leer esta aspiración infructuosa del obispo en retiro, en conclusión, como un intento desaforado, un personaje de Dostoyevski si se me permite, en un período de transición. Ya lo había observado muy bien Gramsci. En tiempo borrascosos, afloran los monstruos.