Me gustaría iniciar esta intervención con una pregunta obstinada. ¿Qué diseño es posible para la izquierda actual? ¿Qué diseño es pensable desde una zona periférica como México en los tiempos de la 4T? Hablo de diseño, no de corazones rotos o en llamas, tampoco de estados de ánimos, desalentados frente al pulso de nuestra época que cambia a grandes velocidades.
Al menos dos son los impulsos inmediatos que me llevan sobre esta cuestión que, como la energía, al parecer, no se destruye, sólo se transforma. Es cierto que esta oposición entre izquierdas o derechas va en desuso porque el mundo contemporáneo no es el siglo XIX o el XX, donde la oposición se activó con réditos y circuló libremente al interior del campo político.
El primer impulso es un artículo publicado el pasado 9 de noviembre en la revista Literal,Latin American Voices, intitulado “Un mundo sin izquierdas”. El argumento, en el fondo, es un lamento por la inexistencia de una izquierda liberal. La ausencia de una posición política refinada, elegante, tipo Barack Obama o Justin Trudeau, digamos, en busca de supuestos consensos con base en diálogos y buenos manejos del social media; una posición que sepa sobre todo administrar las crisis, la defensa ultranza de las libertades, sin mucho alboroto de por medio. Este artículo, por lo demás, se une al desasosiego de que grandes expectativas políticas, hablamos de masas, se aglutinen alrededor de caudillos, acrecentando su poder, a un paso del autoritarismo. López Obrador, Alberto Fernández, los cubanos, los venezolanos, los bolivianos, y toda esa cantaleta.
El segundo impulso es la debilidad de ese lamento porque la izquierda liberal, y otros adjetivos, es frágil, tambaleante, y un caso de actualidad es una sana confirmación. Vean si no: el intercambio que leímos en twitter entre John Ackerman y Sabina Berman, que reprodujeron después en televisión. Habían sido, ambos, elegantes entrevistadores de figuras públicas de interés en su programa John & Sabina que, entre otros pocos que se estrenaron con el arranque de la 4T, intentó ser una traducción mediática del campo político. Iban a ese programa personalidades emergentes o claves y se desplegaba en pantalla un diálogo arrinconado pese a todo en un formato televisivo.
¿Era algo interesante? Al principio quizás. En el flanco izquierdo de la pantalla, Ackerman no cedió un milímetro en la interpretación híper favorable de la 4T y, en tanto interlocutora liberal, Sabina Berman se permitió siempre hacer todo un mélange de críticas, dudas, reconocimientos al nuevo gobierno. Y esta asociación explotó. A tipos como Ackerman les cuesta lidiar con ese liberalismo que un día puede jugar tranquilo con la derecha, tipo Sabina Berman en cierta cartelera de Aristegui Noticias, y otro día puede irse a tomar el café con tipos como él. A individuos como Sabina Berman les parece inconcebible entregar el alma, o las ideas, a un proyecto político tal como lo ha efectuado Ackerman con la 4T, y suele sensibilizarse en extremo, victimizarse dirían algunos, frente a posturas duras. Y es que además de Sabina Berman, ¿a quién podía interesarle una actualización vis à vis con Felipe Calderón o Enrique Krauze, emblemáticas figuras del oscuro y viejo régimen? ¿No fue este desaguisado entre los conductores un síntoma de algo más profundo? Esta actitud de izquierda, expuesta a su manera por los dos conductores de televisión, nos hunde en un embarazoso pantano.
Hablamos de diseño cuando hablamos de velocidad, de una sensación de sencillez, de visibilidad, de usos múltiples. Nociones de juego, retos permanentes, dificultad y satisfacción. El diseño de nuestra época pugna por lo ligero, el desplazamiento rápido, la ruta de vínculos, los desvíos y la diversidad de encuentros. Este diseño, en realidad, lo conocemos bien. Lidiamos a diario con él cuando accedemos a las plataformas interactivas, Tik Tok, stories de Instagram, cada vez que actualizamos nuestro estado en WhatsApp, etcétera. Lo curioso es que posiciones políticas de extrema derecha, Berlusconi, Trump, o el movimiento 5 stella en Italia, se potenciaron con el uso de este diseño propio del mundo interactivo-digital.
Un diseño futuro de izquierda requiere movimiento veloz. Una cierta sensación de sencillez de los planteamientos, versatilidad, complejidad en los momentos clave. Una capacidad de surfeo aerodinámico en el terreno político y, desde luego, una espectacularidad en la realidad virtual. Para la izquierda en México, este diseño es todavía una posibilidad futura, reservado a las nuevas generaciones y lo hallaremos difícilmente en la televisión. En efecto, a modo de conclusión, la cancelación del programa John & Sabina no es sino la confirmación de una sumatoria de fracasos.