Vine a San Dionisio Ocotlán, Oaxaca, porque me dijeron que un tal Éric Librero Marváz iba a inaugurar una biblioteca local. Tributo a su madre, nos dijo, Julia Vázquez Ruiz.

¿Cómo es posible la restitución de los que ya han partido?

¿De los más queridos?

La experiencia no es como la sentimos, sino como la contamos.

Una biblioteca es una conquista. Porque el acto de lectura es la búsqueda de una pausa frente a la vorágine de cómo opera el mundo. Voraz, incontenible, sin paz. Allá afuera hay mucho ruido y pocos libros. La biblioteca recién fundada ofrece un acervo potente, versátil y actual. Entre muchos otros, se encuentran en los anaqueles el Ulysses de Joyce, ensayos de Octavio Paz, cuentos de Juan José Arreola, libros para aprender inglés o chino mandarín, los idiomas del mundo, y manuales literarios escritos por Óscar de la Borbolla. Libros de fotografía, erotismo y poesía también nutren el acervo. José Agustín, Murakami, Jaime Sabines, libros del sello Morvoz y muchos otros.

Caracterizado por ser un puntito en el espacio, alejado de la cabecera municipal y, sobre todo, por el misterio de sus habitantes, ¿habrá un potencial lector en San Dionisio?

Los libros son relaciones infinitas, imposibles de clasificar. Puntos de atracción y recreo, los libros, no podemos saber de antemano qué modos de lecturas hará el pueblo de San Dionisio Ocotlán.

Nuestra obligación era abrir el punto de encuentro entre las páginas impresas y los más alejados. Estamos en eso. Un lector, un espacio público, un modo de leer, la tierra de cultivo de nuestros propios autores.