LAURA MARÍA DE JESÚS RODRÍGUEZ, o Jesusa Rodríguez en corto, migró de las escenas de teatro al escenario del senado de la república. Hay 40 años de por medio de este tránsito de su actividad artística a la actividad legislativa. Rodríguez participa activamente dentro de una agenda importante a favor de los llamados derechos de la naturaleza. La agenda green que está siendo impulsada desde diferentes posiciones o puntos en el globo. Carismática y teatrera, vegana y polémica, Jesusa Rodríguez afirmó en días pasados, en un evento internacional con sede en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, que era partidaria de la extinción del “arte subsidiado”. El deseo personal de Jesusa Rodríguez de la cancelación del financiamiento público a los hacedores de la cultura.

Rodríguez se refería, desde luego, y en primer lugar, a las becas que otorga el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), pero también amplió el juicio al entero financiamiento público de la ciencia y la política. Estarían implicados, por lo menos, el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACyT) o el Instituto Nacional Electoral (INE), que tiene partidas al interior de su presupuesto para financiar toda suerte de análisis políticos, legislativos y sociales.

Al igual que otras voces, Rodríguez es de la opinión que el FONCA no sólo no distribuye racional o equitativamente los recursos, sino que ha beneficiado a una élite artística. Tampoco puede afirmarse que el mérito sea el eje rector del mecanismo de distribución de las becas. El caso del FONCA es un ejemplo de muchos espacios opacos del pasado inmediato. La sociología conceptualiza a esta clase de fenómenos como el “efecto Mateo”. Un fenómeno que existe en casi todos los campos de producción cultural. Sin importar la calidad o la trascendencia de las obras, los que reciben más apoyos son aquellos que se han instalado de tiempo atrás en el sistema, beneficiándose de las recompensas. Son sancionados o quedan fuera, por lo tanto, los novatos, los recién llegados o los que no están instalados en este juego. Aspirantes “débiles” que estructuralmente necesitarían del apoyo. Además, el FONCA ha concentrado los beneficios en la capital del país y ha descuidado por entero otras regiones y no da salida a las necesidades de las llamadas culturas populares.

Pieza medular del presupuesto destinado a la cultura, Rodríguez identificó a las becas como un privilegio desfasado, o pronto a superar, para los propósitos de austeridad de la 4T y exhortó a todos los involucrados al ejercicio de su oficio en el terreno del mercado. Si son excelentes artistas, lo formula de ese modo, pueden lidiar con el mercado. Supongo que Jesusa Rodríguez imagina aquellos escenarios donde los artistas, digamos músicos o poetas, abordan el Sistema Colectivo Metro y según la sanción del mercado, en este caso los usuarios pasajeros, sancionarán en positivo o en negativo (un puñado de monedas) el precio de su arte. Por supuesto, de inmediato se leyó como un guiño extraño a las posiciones neoliberales. Por lo demás, no abundaré en aquella circunstancia temporal, resaltada ya por otros, en la que la ex actriz de teatro, Jesusa Rodríguez, se benefició del presupuesto público para con sus funciones artísticas en su longeva carrera teatral.
Mediante la remota posibilidad del (re) direccionamiento de los dineros, alrededor de 12 mil millones de pesos ascendió el presupuesto de la Secretaría de Cultura este 2019, quiso Jesusa Rodríguez posicionar la idea que este portazo hacia los creadores traería consigo mayor atención a las necesidades de muchísima gente que no ha tenido nunca nada en México. ¿Qué clase de equivalencias pueden darse entre una beca mensual de ocho mil pesos, más o menos, que ofrece el FONCA y una persona que apenas consigue 20 o 50 pesos para salvar el mugroso día? Rodríguez habla de privilegios y es una opinión que empieza a generalizarse. Es una percepción de que las exigencias del hambre son primero y después, o mucho después, el alimento del alma. Pero no sólo es asunto de dinero. Para Rodríguez la dependencia del estado erosiona la libertad del artista. Pero no ocurre dicho atentado contra la creación, dicho sea de paso, cuando los artistas están comprometidos con los cambios impulsados por el programa político de algún gobierno. El caso paradigmático de los muralistas de la década de 1920.

A pesar de que las opiniones personales de la senadora de Morena fueron noticia difundida, no fue confrontada como amerita, en primera instancia por el gremio de los artistas. ¿Vamos a reducir la discusión actual de la producción cultural en tiempos de la 4T a partir de los montos del financiamiento público? ¿Vamos a atrevernos a comparar la producción de la canasta básica con la producción de poemas, pinturas y novelas? ¿Qué clase sustitutos, junto con sus mecanismos, son necesarios e indispensables para suplantar al estado actual del FONCA, CONACyT y el INE? ¿Quiénes están pensando o escribiendo sobre estos grandes desafíos?

En alguna parte de Formas breves (Random House, 2014) se narra la historia del dibujante Chuang Tzu. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Ch. Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con 12 servidores. Pasaron los cinco años y el dibujo aún no estaba iniciado. Pidió al rey redoblar el tiempo y fue concedido. Transcurrieron los diez años. Antes de la visita del rey, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, en un solo gesto, dibujó el cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto. Desde luego, es un relato sobre el vacío y la instantaneidad. También es un relato sobre un artista, el núcleo básico es el tiempo y las condiciones materiales de trabajo. Esta alegoría sugiere que el arte (en todas sus versiones) es una actividad imposible desde el punto de vista social, también económico. El arte siempre se tarda demasiado (o demasiado poco) para hacer una obra. Subsidiado o no, el arte es enormemente escurridizo para reducirlo a la cuestión insulsa de los dineros.