Una cosa es lo que se dice que se hace y otra muy distinta es lo que verdaderamente se hace. Aplica para las personas y los gobiernos. ¿De qué anclaje podemos asirnos para marcar la diferencia? No podemos creer a ciegas todo lo que se afirma desde Palacio Nacional. Pero también estamos bastante hartos del flagrante uso de la mentira para erosionar todos los esfuerzos.

Para darnos una idea de cómo ha ido el país desde la llegada de la 4T, es recomendable detenerse de vez en vez en los llamados datos macroeconómicos. El dólar, la inversión, la adquisición de deuda, el crecimiento, la inflación, esas cosas. No propongo la inspección del economista, que no poseo y no me interesa tener, sino la mirada que busca pistas, ciertos indicios.

Digo algo más. No debemos perder de vista que en el período de tránsito entre Peña Nieto a López Obrador se especuló a diestra y siniestra sobre la eminente catástrofe. Venezuela, Stalin, el desplome, esas cosas. No sólo ocurrió en aquellos meses de 2018. Los altavoces de la deriva repitieron la dosis en 2006 y 2012 con resultados positivos en aquellos años y recurren nuevamente a ella también ahora, en la víspera de las elecciones intermedias.

Viéndolo más de cerca, el tono alarmista no se ha detenido un solo segundo. Hagamos una breve reseña de algunos rubros que juzgo relevantes cuando el mundo entero entró en recesión desde el año pasado.

Durante el 2020, el Fondo Monetario Internacional se pronunció dos veces al menos por una caída de la economía mexicana alrededor del 10 al 12 por ciento, la más severa después de la recesión mundial de 1929. Para todos nosotros significó, inútil señalarlo, atentado directo a los bolsillos. Meses y meses llenos de oscuridad.

El Fondo estimó, además, una difícil y larga recuperación hasta el 2024 y, desde luego, fomentó las bondades de la adquisición de nueva deuda para afrontar la crisis. Recuerdo que un amigo mío azuloso neoliberal, me comentó en su momento la sorpresa que le producía que el gobierno rechazara el camino de la deuda.

Lo que sabemos del Fondo es que presta el dinero para después obligar a los gobiernos a endurecer o contraer el gasto en materia social. Las pensiones, las becas, los programas.

INEGI, sin embargo, ponderó la contracción en un 8.5 por ciento y si bien nuestro país es uno de los más endeudados del mundo, INEGI había registrado una disminución de deuda desde 2019, contraria a la tendencia de crecimiento desde Felipe Calderón. La deuda creció otro tanto en 2020, pero no se disparó, y no hubo nueva contratación de línea con el Fondo.

Para el primer trimestre de 2021, según Hacienda, la deuda vuelve a disminuir otro tanto. Esta contención del disparo de la deuda y el contundente NO al Fondo Monetario Internacional responde a la poco estimada “austeridad republicana” y a las mejoras en la recaudación fiscal. Veámoslo más de cerca.

Nadie quiere pagar impuestos, es cierto, particularmente los grandes consorcios. Y en países débiles suelen salirse con la suya, como había sido el caso mexicano. Sin embargo, los logros en materia de combate a la corrupción, a la evasión y a la defraudación fiscal, y las mejoras en la recaudación de los grandes deudores han dado saldos remarcables en los dos últimos años. En su primer reporte trimestral de este año, Hacienda reconoció un monto de 55.6 mil millones más en materia de recaudación en comparación al primer trimestre de 2020. Una diferencia real del 2.4 por ciento.

A ver, tras una contracción del 8.5 por ciento, ¿cómo es posible que se registre este sutil superávit en los ingresos? ¿Una ganancia significativa frente al término del primer trimestre 2020, cuando la economía mexicana ignoraba los estragos que vendrían con la pandemia?

El control estricto en la recaudación, aunado también al saneamiento de la empresa Petróleos Mexicanos y a la mejoría de los ingresos por concepto del petróleo, ha sido una de las claves. Una mejora empujada también por la reapertura económica, que está yendo de menos a más a buen ritmo, posibilitada por el exitoso plan nacional de vacunación.

¿Estamos dentro de una inminente recuperación económica? Todos la deseamos, pero ¿es posible? La opinión personal del subgobernador del Banco de México, Jonathan Heath, vale traerla a cuenta. Con base en el indicador IGAE, que es una suerte del PIB estimado en el futuro, Jonathan Heath observa en su cuenta de twitter un salto exponencial al término del primer trimestre de 2021, y pronostica un crecimiento del año en 5.4% en un escenario optimista. Ojo que es la opinión de un subgobernador del Banco de México.

Esta cifra, sin embargo, está por verse; se trataría de un crecimiento muy alto sólo entrevisto en los sueños. Ni López Obrador, quien habló en su campaña del 4% anual. Así las estimaciones, ¿dónde quedó la lenta y dolorosa recuperación de México hasta el 2024? ¿Dónde quedó el tipo de cambio arriba de los 30 pesos por dólar? ¿Por qué siguen llegando montos y montos de inversión extranjera directa? ¿Dónde quedó, pues, Venezuela y el Apocalipsis?

Han transcurrido dos años y algo de la 4T en funciones. Se coló de por medio una crisis mundial y un nuevo virus. Como el volado sigue en el aire, es muy pronto para perder toda esperanza de un México distinto al que hemos padecido por años y años. Al contrario de cierto estado de ánimo descreído y ambivalente, yo voy en avalancha por la 4T en la próxima cita con las urnas.