Aún no termina el diagnóstico de la tercera ola en el globo y, como ya ocurre en Europa, están preparándose para la cuarta. En esta vorágine de clasificaciones y reclasificaciones, me parece oportuno reseñar ahora Lo que estábamos buscando, el libro más reciente del escritor italiano Alessandro Baricco. Me interesa, como todo en lo que firma Baricco, su inspección poética analítica de este fenómeno, que lo cambió todo para siempre. Pero que ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los que menos tienen.
Nada más lejos del mito que lo irreal, lo fantasioso, lo mágico o lo fabulesco. No podemos confundir lo artificial del mito con lo irreal. El mito, dice Baricco, es la criatura más real que existe. La Pandemia, con mayúscula, no sólo es una enfermedad, un nuevo virus, o una emergencia sanitaria. Es también una criatura mítica.
Estas criaturas, los mitos, son productos labrados por las comunidades, son de este modo artificiales, para decir algo urgente y vital. Es una criatura que contiene u organiza el material caótico de los miedos, creencias, recuerdos o sueños. La creación de un mito, de una criatura mítica, reconoce o asegura un destino, un desafío.
Su punto de arranque ahora es claro. Las motivaciones, sin embargo, son todavía misteriosas. ¿Por qué aquí y ahora?, siguen rodeadas de misterio. Una gran cantidad de decisiones, muy reales, la hicieron posible, luego la invocaron y después la generaron definitivamente, ensamblándose a partir de un número infinito de pequeños y grandes comportamientos prácticos. Porque donde no hay creación mítica, los humanos se detienen, como paralizados por un hechizo. Ahora, desde noviembre de 2019, o desde marzo de 2020, nuestras generaciones tenemos algo serio que transmitir, los hilos de un mito que contar.
Hubo una primera temporada salvaje de mitos, digamos, monstruosos. En una segunda temporada nos refinamos, mucho más abstractos: el inconsciente (colectivo), por ejemplo, pero ya entró en desuso, es obsoleto, justamente como el Minotauro. O la profundidad, otra criatura mítica anterior, refinada, sorprendente, muy ligada a la galaxia Gutemberg, amenazada por la era eléctrica (la radio, el cine, la televisión) y puesta en jaque por la civilización digital. La profunidad había sido una espléndida ciudad, hoy en ruinas.
Sin embargo, después de un período anémico de mitos, creamos el nuevo, la Pandemia con mayúscula. Esta criatura mítica, impulsada desde puntos neurálgicos distintos, corrientes subterráneas, silenciosas, o a ras de suelo, se fraguó en condiciones previas. 50 años atrás, quizá, donde el terreno de juego es la velocidad, nunca antes conocida. Y ya contábamos en realidad, y en el trasfondo, con la palabra viral, para referirnos a ese gran todo, o varios todo, de lo que se estaba creando. Hacerse viral. Hacer correr por ahí información, dinero, números, noticias, relatos, música, ecos. Puede parecer extraño decirlo, asegura Baricco, pero evidentemente es lo que estábamos buscando.
Si la Pandemia es una figura mítica, ¿qué queríamos decirnos a nosotros mismos cuando la diseñamos? Si la Pandemia es un grito, ¿qué estamos gritando?
Este nuevo mito salió de unas entrañas tecnosociales específicas. Son tres, quizá, sus mejores características: (1) una vertiginosa capacidad de cálculo, (2) un sistema de baja densidad y, por lo tanto, accesible a velocidades muy altas para cualquier vector, (3) y un motor narrativo de tracción total, donde cualquiera puerde producir historias.
¿No es la Pandemia la urgencia generalizada de dar voz a un tormento intolerable? ¿No es esta criatura mítica que grita la espasmódica necesidad de detenernos? En este sentido, la Pandemia fue, sigue siendo, verdaderamente un grito. Un grito de cansancio. De rebelión. Cuando el niño dobla las rodillas y se deja caer porque ya no aguanta más.
Acerquénse a este nuevo libro. Lo que estábamos buscando de Alessandro Baricco, y sientan en el sistema central el escalofrío que estas páginas producen.