sólo un poco aquí, versos escritos por Nezahualcóyotl, el rey poeta texcocano. Poeta del instante, Nezahualcóyotl. ¿Qué es la tragedia humana a la luz del cosmos? ¿Qué es nuestro destino, sentido ahora tosco o rudimentario, frente a la incógnita de las estrellas o de las galaxias?
Se ha observado, por lo demás, una suerte de relación, una relación natural, entre la condición masculina y las preocupaciones cósmicas. O a la inversa, se ha señalado la condición femenina con las preocupaciones microscópicas o sensuales. Estas disposiciones masculinas, dicho en otras palabras, hacia la lógica, la razón pura, la eternidad o el cosmos. En oposición a las disposiciones femeninas hacia el cuerpo, el misterio, el tacto o la vida. Habrá siempre un hombre tal que, aunque su casa se derrumbe, estará preocupado por el Universo. Habrá siempre una mujer tal que, aunque el Universo se derrumbe, estará preocupada por su casa. Lo leemos así en algún pasaje aforístico del ensayista argentino Ernesto Sabato.
Recordaba todo aquello cuando terminé de escuchar una charla que me sorprendió mucho, que escuché en Internet hace poco, allá por mayo, dada por un astrofísico educado en la ex Unión Soviética, ahora académico de la Universidad Nacional Autónoma de México. Me gustaría entonces aludir a algunas revelaciones que hizo el astrofísico, varón ilustre, preocupado por el universo. Fue invitado por un geoestratega al que le sigo la pista, Alfredo Jalife-Rahme. Un personaje curioso, muy lúcido. Alfredo Jalife es un analista geopolítico bien estimado en el mundillo cosmopolita, ya veterano, octogenario quizá, de triple nacionalidad: la yucateca, la mexicana y la libanesa, y heredero de una fortuna. Es un experto en el Medio Oriente, Rusia, China, escribe para el sitio periodístico ruso Sputnik, y es la fascinación en Internet de las generaciones jóvenes y no tan jóvenes en México. Yo le hago a él un marcaje personal.
El astrofísico invitado se llama Víctor Manuel Velasco. No sé si ustedes se suelen detener y escuchar a los astrofísicos. Todo esto a propósito del coronavirus, desde luego.
Habló de los ciclos del sol. Hay varios, bien identificados. Ciclos donde la energía solar es menor y otros ciclos donde es mayor. Mayor o menor cantidad de energía solar que llega a la tierra, obvio, que afecta a una secuencia precisa: fotosíntesis de las plantas, alimentos, salud humana. O, al revés: fotosíntesis con dificultades, escasez de alimentos, guerras, enfermedades. Lo sorprendente fue lo siguiente. Ha documentado, por una parte, ciclos de menor energía solar, por ejemplo, cuando irrumpieron las revoluciones de independencia en Latinoamérica (1808-1821), las guerras napoleónicas y con las revoluciones mexicana y rusa (1910-1917). Una mirada al conflicto social, incluso a la biopolítica desde una óptica astronómica.
Ha documentado, por otra parte, ciclos de mayor energía solar cuando la primera revolución industrial (1750, más o menos), y con la última revolución digital, o la galaxia Internet (el período de 1970-1980 y parte de los años noventa). Una explicación astronómica, entonces, del cambio social, de la estabilidad, de la innovación social.
Pues bien, lo más sorprendente de todo fue el descubrimiento de un ciclo largo de menor energía solar. Un descubrimiento entre comillas porque ya lo habían detectado los rusos y los chinos. Dicho ciclo comenzó alrededor de los primeros años del 2000 y, con base en algún algoritmo sofisticado, se prevé un ciclo que durará entre 40 a 60 años. Un ciclo largo de menor energía solar en el que estamos inmersos ahora. La secuencia afectada es fundamental: dificultad real en la producción de alimentos, guerras y enfermedad.
¿Coincide la irrupción de un nuevo virus, el Covid-19, con un ciclo ya iniciado de menor cantidad de energía solar? El astrofísico así lo afirma, y sostiene contundente: vendrán otros virus, aunados a los ya existentes, que redoblarán o triplicarán su letalidad sobre poblaciones inmunológicamente débiles dado el déficit prolongado, previsto, en la producción planetaria de alimentos.
No para siempre en la tierra, sólo un poco aquí, poetizaba hace siglos Nezahualcóyotl. Esa capacidad extraña de los poetas de echarle un ojo al futuro. No para siempre en la tierra, sólo un poco aquí. Un consuelo, cobijo también. Porque nuestra especie, cuerpo humano, cuerpo endeble bajo acecho, es apenas nada. Un instante.