Los ejercicios comparativos suelen ser un recurso provechoso para entrever una salida frente a la supuesta originalidad de un autor. Las novelas de Sabato –El túnel [1948], Sobre héroes y tumbas [1961] y Abaddón [1974]– fueron páginas enteras sobre asesinos y muertos asesinados, largos pasajes de tribulaciones espirituales, pero el hilo conductor, a la manera de una inamovible obsesión de escritor, fue la reivindicación de las partes más oscuras que viven sus personajes. ¿Fueron las de Sabato propuestas originales? En aras de ponderar esta novelística, importa afiliarla a una tradición de pensamiento, vetusta y diversa, que ha hecho de la metafísica su objeto de estudio. Como otros, Sabato creyó que las interrogaciones metafísicas son de primer orden pero no hay forma alguna de responderlas ni satisfactoria ni concluyentemente. Se trata de una tradición, empero, que exige de sus lectores unos ojos metafísicos: la creencia en fuerzas invisibles pero reales.