Tras la tempestad electoral del domingo 6 de junio, avancemos una lectura plausible de nuestra cita con las urnas.
Hablemos en primer lugar de lo bueno. Nuestro país confirmó su temple democrático. Los votos cuentan, los votos deciden. A pesar de algunos connatos donde se registraron sabotajes y robos de casillas, tuvimos una jornada óptima. La elección en Campeche la puso en duda y Layda Sansores de MORENA pidió a gritos que el ejército o la marina resguardara los paquetes electorales. El riesgo de un fraude en Campeche era real. Un estado tradicionalmente priista no podía sino cobijar una elección desaseada.
Campeche al margen, a partir de las 8 o 10 de la noche del domingo, circulaban datos o tendencias con qué entretenernos o sorprendernos. El INE hizo su trabajo bien a secas y no era para menos. Con las altas sumas de dinero que consume este árbitro impopular, no esperábamos sino una elemental logística. Y eso fue lo presenciamos. El conteo rápido de votos, por lo demás, también empezó puntual.
Celebro que el partido en el gobierno no recibió apoyos de ningún tipo por parte del gobierno. Esta es una bonita costumbre que debemos celebrar y sobre todo defender que esta línea se mantenga firme en el futuro. No existe más un partido gobernante que opere desde el gobierno federal.
Otro rasgo positivo es que nuestra sociedad se politiza más. Nuestra sociedad habla más de política, se interesa en lo público, discute más, acude a votar. Quedó atrás aquello de que la política y la religión eran una pérdida de tiempo. El fenómeno de la politización corre el riesgo de sus altas y sus bajas. Como simplificar en exceso, encender la pasión, perder de vista el bosque, desvelarse por lo más inmediato, personificar demasiado.
En esta elección las masas no salieron a votar. Sin embargo, tomando en cuenta que se trató de una elección intermedia, que nunca ha gozado del gran entusiasmo, el porcentaje de participación fue alrededor del 51 o 52 por ciento. Es un dato serio de que ha aumentado la consciencia pública sobre la importancia del presupuesto y de los puestos de elección popular.
Tenemos mucho más consciencia que el uso o mal uso del presupuesto puede ayudarnos o hacernos mucho más difícil las urgencias de la vida diaria. Infraestructura, becas, pensiones, programas sociales, ingresos sólidos para garantizar todo un proyecto nacional. Es una buena noticia que la manzana de la discordia, el presupuesto nacional, no quedó en manos del Frankenstein que encabeza el PAN en el congreso federal.
Quedaron trizas las versiones alarmistas, superficiales y estrambóticas. La dictadura, el autoritarismo y la polarización. La contabilización de los votos se efectuó sin mella alguna, se perfilaron ganadores y perdedores, se están redefiniendo los mapas políticos nacionales y locales. No hubo violencia que pusiera en jaque a la elección y el fantasma del fraude, salvo el caso campechano, se disipó bien avanzada la jornada.
Hablemos de lo malo. Salvo contadas excepciones, la mayoría de las interpretaciones se tambalearon por su excesiva inmediatez. Si estamos felices o si estamos tristes. Si perdió MORENA o si ganó la oposición. Hubo ganadores y perdedores de ambos bandos, eso es claro, pero algunos pesan mucho más que otros. Por lo menos 11 de 15 gubernaturas en juego para MORENA y la repetición de la mayoría absoluta o simple en el congreso federal para MORENA y sus aliados nos habla de una estabilización y, en cierta medida, reforzamiento de la 4T.
No hubo un arrase y el voto de castigo en la capital habló fuerte y claro.
Los porcentajes alrededor del 18 y 20 por ciento para el PRI y para el PAN en el congreso federal nos habla de un suspiro fundamental para ambos y sus propósitos. Seguirán siendo una cantera de conspiraciones y tropelías, guerra sucia, datos falsos e histeria colectiva. Nuevo León es un caso sui generis y el cuarto lugar de Clara Luz Flores nos habla también que una pésima candidata y una muy mala campaña tiene garantizada la debacle y la derrota.
No quedó del todo claro la desaparición de los partidos caricatura o las rémoras de los partidos grandes. Redes Sociales Progresistas, Encuentro Social, Fuerza por México tuvieron ridículos porcentajes. Lidiarán seguramente con su desaparición en el futuro inmediato. Aunque también son bajos, se salvaron otra vez Movimiento Ciudadano, el Verde, el Partido del Trabajo y el PRD. Les basta lo mínimo permitido por el sistema para seguir succionando del presupuesto y, aquí entre nos, Movimiento Ciudadano y el Verde, con Nuevo León y San Luis Potosí en la bolsa, fueron las sorpresas cantadas de esta elección. Es de algún modo natural para un país como el nuestro. Heterogéneo y complejo.
Hablemos finalmente de lo feo. El mapa geopolítico de la capital cambió radicalmente. MORENA sufrió un gran revés y, con ello, se desdibujaron las aspiraciones presidenciales de Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. La tragedia de la línea 12 contribuyó mucho al voto de castigo. De haber sido la capital un zona de avanzada y de izquierda desde 1997, se vuelca la mitad de su territorio a las manos del PRIAN. Impactante, desolador, distópico. Sheinbaum, Ebrard, Mario Delgado y todo MORENA son los responsables directos y deben urgentemente que reformular.
Por lo de la capital, que no es poca cosa, la 4T fue herida pero no de muerte; vivimos la expansión nacional de la 4T pero su compresión en la Ciudad de México. Son tiempos de definiciones.