En un ebook reciente llamado Sindemia de Reynaldo Nuncio, un desconocido autor mexicano, se insiste en una distinción puntual entre tres situaciones parecidas pero distinguibles en función de la complejidad de sus efectos.
Una epidemia es una enfermedad que ataca a una gran cantidad de personas en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo. Una pandemia es una enfermedad epidémica que se extiende a varios países o que ataca a casi todos los individuos de una región mucho más amplia. Presidentes, primeros ministros, funcionarios, secretarios de salud, periodistas y personas en general suelen intercambiar estos dos términos para referirse a la situación actual por Covid-19. Pero el nuevo virus no es sólo una pandemia. Covid-19 es en el fondo una sindemia, postula Nuncio, porque los contagios agudizan dimensiones sociales y económicas, problemas complejos de esta última naturaleza esparcidos en todo el mundo.
Con absoluta razón nos hemos focalizado en la letalidad del virus. Muertes, pérdidas insustituibles y contagios, el fin de la historia para el cuerpo biológico, y se ha señalado también la caída astronómica de los empleos, así como las dificultades actuales y venideras para remontar los daños en nuestros bolsillos. El deterioro estrictamente social que ha traído también el nuevo virus, sin embargo, ha sido inexplicablemente el descuido más importante de nuestra conversación planetaria.
¿Qué efectos sociales ha generado el confinamiento? No se sabe lo que se tiene sino hasta que se ve perdido. Los rituales, la caminata al azar por los laberintos de la ciudad, las fiestas nocturnas, las conversaciones en nuestros bares, cantinuchas o restaurantes favoritos, los bailes tropicales o de cualquier otra índole bajo una bola rodante de cristal o al aire libre… todo aquello ahora es una ilusión o un sueño para todos aquellos que han seguido puntualmente las restricciones del confinamiento. Esta pérdida social es el vacío que recorre el mundo.
¿Cómo serán posible estos encuentros en el futuro inmediato que alimentaban la vida social? ¿Cómo se rediseñará la sociedad que conocíamos antes del nuevo virus? Por mucho que la aplicación Zoom, la aplicación más importante del 2020, ha permitido que la vida personal o la vida profesional salgan a flote de algún modo, dista mucho de cubrir todos los rincones del espacio. ¿Qué clase de confianza habrá entre las personas que no se conocen del todo para reactivar los contactos físicos? Confiamos en que no tardarán en expandirse gradualmente los efectos restauradores de las vacunas, y aunque las mascarillas y el lavado de manos por ahora son la última frontera entre la sociedad y los individuos, la sociedad posCovid-19 es al mismo tiempo una especulación y una incógnita. ¿Volveremos desesperadamente a lo que hacíamos antes o nos aguardan nuevas formas de socialización y contacto?
Sabemos que la desobediencia y la clandestinidad potencian el riesgo. El sociólogo alemán Urlich Beck fue quien acuñó en los años ochenta el término de sociedad del riesgo. Mucho del término respondía a la fractura del pacto social que suponía el cambio de paradigma neoliberal o por la “dictadura de la escasez”. La fractura múltiple de los lazos sociales, ya en los trabajos precarios o en relación con la crisis ambiental, nos generaba preocupaciones ineludibles sobre el futuro y la percepción de los riesgos, miedo racional con respecto a todas aquellas fuerzas opacas o invisibles, que nos coaccionan y nos superan. El nuevo virus agudizó los vínculos entre los riesgos, la catástrofe y el pánico. Nos hemos vuelto mucho más temerosos, miedo a flor de piel, porque la catástrofe ya no nos aguarda en el futuro inmediato, sino que se convirtió en nuestro presente desnudo.
Si la sindemia actual es sólo un preludio de lo que se aproxima, la vida social se rediseñará en los senderos que se bifurcan. Un individuo en el futuro tenderá el lazo con la realidad social por medio de un sofisticado antifaz. Anclado en el sofá de la habitación sellada, el parpadeo de los ojos activará Anxiety y el programa recreará en la visualización compacta un espacio multidimensional. Antes de iniciar la sesión, la última actualización solicitará un ambiente preciso: un café del siglo XIX, una discoteca del siglo XX o un convivio rodante del siglo XXI, escenarios vetustos de los mejores intercambios de los que se tiene registro. Conversaciones, rituales, bailes, paseos, contacto… secuencias reales por medio de la excitación ficticia de la red neuronal del individuo futuro. La sociedad futura encontraría así un reducto cuando el próximo virus circule por las corrientes de aire.