De vuelta a la luz central, como podría aludir al instante último, la secuencia detenida que desemboca en mi suicidio. De cerca, poco antes de partir, en la mecedora con la ventana abierta. Las callejuelas, afuera, vacías, los muebles empolvados y el bolero, distorsionado, encendido. Las venas turbias, la piel marchita, la sangre seca. El revólver al lado, aceitado, inquieto. La habitación oblicua por el ascenso de la noche y el presente que ya no es. El respiro que centella y, aunque estremecerá el sonido, ciertamente no tan de pronto, la luz plomiza, silenciosa, anunciará de golpe el fin.